Arrancamos el análisis de la jornada 8 de la UFL con el Síndrome de la Institutriz, y es que todos los niños de mi generación lo padecemos. Aun a pesar de Julie Andrews (Mary Poppins, Fraulein María), la mera mención de la palabra ya nos provoca cierto sarpullido. Todo se debe, claro, a la Señorita Rottenmeier. Si bien es cierto que, episodio por episodio, Marco y Amedio sufrían más que las dos niñas repelentes de los Alpes, la sensiblera historia de Heidi y Klara marcó para siempre nuestros corazones. La ausencia de la madre en las series de dibujos de los años 70 es un tema de tesis muy recurrente y no incidiré en ello. El caso es que la maldad de la niñera nos obligaba a ponernos de parte de las niñas, a pesar de que las odiáramos. Y, creedme, lo hacíamos.
Estudiando a Heidi
Sobre Heidi hay un montón de estudios apasionantes. Mis favoritos son 2. El de Raúl Cimas sobre la altura del abuelo:
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Y el de unos matemáticos alemanes sobre la longitud y la elasticidad de las cuerdas del columpio donde se balanceaba la niña durante los créditos iniciales. La idea es la misma sobre la que se edificó el terreno de juego de Capitán Tsubasa: los dibujos japoneses son un poco exagerados. Para que se apreciara la curvatura de la tierra, el campo tenía que medir unos 18 kilómetros y Oliver Atom debía correr, conduciendo el balón, a una velocidad de 150 kilómetros por hora.
Para escapar, quizá, de esta perversión nipona de las medidas y las emociones, la versión telefilm de Heidi huía de cualquier maniqueísmo. En ella, aunque era recta y seria, Rottenmeier no podía ocultar su buen fondo. Se enamoraba del padre de Klara y el final de la cinta con la niña dando pasos titubeantes por los verdes prados alpinos, como Lázaro, nos promete un futuro alegre en el que todos conforman una bonita familia feliz. Todo ello edulcorado con una de las más regulares bandas sonoras de John Williams. Ni que decir tiene que la película cayó en el más absoluto olvido, pese a la potable interpretación de Jean Simmons como Rotten.
Problemas de horarios
Todo esto viene a decirnos que sufrir marca y ser feliz es un coñazo insoportable. Con todo Heidi se estrenó en la NBC americana el 17 de noviembre de 1968. En aquella época, los partidos de fútbol americano rondaban las dos horas y media de duración. Ese día, 17 a las 4 de la tarde, estaba marcada la hora del comienzo del partido entre los Jets y los Raiders correspondiente a la décimo primera jornada de la AFL. Y a las 7, horario de la costa Este, la cadena tenía programada la película. Con tiempo de sobra, o eso pensaban.
No fue así. Numerosas penalizaciones, anotaciones y lesiones provocaron que, a la hora de la peli, el partido no hubiera terminado. Ni cortos ni perezosos, los técnicos de la cadena cortaron la retransmisión y todos los aficionados de la costa Este se quedaron sin ver el final del partido. Quedaba poco más de un minuto y los Jets ganaban 32-29. Durante ese minuto final, Oakland Raiders anotó 2 touchdowns y se llevó la victoria.

Respuesta inmediata
La centralita de la cadena se llenó de llamadas por parte de los furiosos espectadores pidiendo explicaciones. Julian Goodman, presidente de la NBC, tuvo que salir públicamente a pedir disculpas. El asunto marcó un antes y un después en las retransmisiones televisivas. La liga obligó a firmar, por contrato, que todos los partidos debían emitirse hasta su conclusión en los mercados del equipo visitante.
Además se instalaron unos teléfonos, los Heidi Phones, para que los diversos departamentos de la cadena pudieran comunicarse entré sí y evitar futuros incidentes. En 1997 el partido fue votado como el partido de liga regular más inolvidable de la historia del fútbol americano. Se le llamó la Heidi Bowl. La casualidad quiso que esos dos mismos equipos se enfrentaran en la final de Conferencia semanas más tarde. Los Jets prevalecieron esta vez y luego doblegaron a los Baltimore Colts llevándose la Super Bowl III.
Jornada 8 de la UFL: su propia Heidi Bowl
Los seguidores de la UFL tuvimos nuestra propia ración de Heidi Bowl este domingo en el partido que enfrentaba a Defenders con Renegades o, lo que es lo mismo, a los dos únicos Quarterbacks que han jugado todas las temporadas desde que se instauraron las ligas primaverales: Jordan Ta’amu y Luis Pérez.

En juego estaba una plaza para la final de conferencia y, a falta de 3 minutos con el marcador 33-30 para Defenders, la cadena cortó la emisión para saltar a la previa del Nuggets-Oklahoma, el séptimo partido de la semifinal de la conferencia oeste de la NBA. Quedaban aún 20 minutos para el comienzo estipulado del partido, pero les dio igual.
En este caso cambiaron la señal del partido desde la ABC a la ESPN2, pero sin tiempo a piratear, digo a reaccionar, nos perdimos la cagada monumental de esta jornada 8 de la UFL. Bob Stoops, coach de Renegades, con apenas segundos en el reloj y en clara posición de field goal range, mandó un pase en lugar de arrodillarse y chutar para empatar e irse a la prórroga. El resultado: intercepción, el tiempo se terminó y sus opciones de ir a la postemporada se esfumaron. Luis Pérez, el Rey de la Primavera, se queda de nuevo sin trono.
Defenders se enfrentará a Battlehawks y Panthers a Stallions por dos puestos en la final. Aún no se sabe quién será seed 1 de cada conferencia, pero parece que sí sabemos los estadios dónde se disputarán los partidos: St Louis albergará una de las finales, aunque su equipo quede segundo. Sobre esa cagada de la organización hablaremos la semana que viene.
Pablo López | @jucort365
Puedes ver la visión de Pablo de la jornada 7 de la UFL aquí.