Los Buffalo Bills vienen de una temporada ganadora (con récord de 10-6), en la que fueron eliminados de postemporada en un cardíaco partido en Houston, contra los Texans (algunas razones por las que perdimos, aquí). Nadie en la liga niega que los Bills son uno de los equipos que más promete para la campaña 2020, habiendo quienes además ponen a este equipo como el nuevo rey de la división Este de la AFC; algo que era impensable tres años atrás. ¿Cómo llegamos aquí? Remontémonos a inicios del 2017.
Los Bills terminaron la temporada 2016 con un récord de 7-9. Temporadas así habían abundado en las dos décadas precedentes, y el problema es que perpetuaban la mediocridad del equipo. Récords así no te permiten avanzar puesto que no son lo suficientemente buenos como para llegar a postemporada, pero tampoco lo suficientemente malos como para estar en las primeras posiciones del draft. Esta performance era tan habitual en los Bills, que los comentaristas de Búfalo acuñaron la frase de “heroic run to 7-9” para referirse, con ironía, a este tipo de campañas. Para salir de este hueco, el equipo necesitaba un plan.
Para esa fecha, Rex Ryan había sido destituido como entrenador en jefe; y ese fue tan solo el primero de los muchos —y necesarios— cambios que se vinieron. Al día siguiente del NFL draft de 2017, Doug Whaley fue despedido como gerente general del equipo. Así, empezó el reinado de “McBeane”, nombre que se utiliza para referirse tanto a Sean McDermott (nuevo entrenador en jefe) y Brandon Beane (nuevo gerente general); ambos importados de las Panteras de Carolina.

CAMPAÑA 2017: “THE FLUKE”
En la temporada 2017, los Bills, milagrosamente, y contra todo pronóstico, llegaron a la tan ansiada postemporada luego de un récord de 9-7. Este hito fue de vital importancia porque rompió una sequía de 19 años sin aparición en dicha fase. Ante este resultado, muchos podrán decir que ese fue el momento decisivo en el que este equipo dejó de ser “the same old Bills”. Pero yo discrepo.
La aparición en playoffs del 2017 fue un fluke, una chiripa. Buena suerte, y punto. Prueba de ello es que los Bills habían tenido récords igual de buenos antes (ej temporadas 2014 o 2017) sin aparecer en fase de eliminación. Por tanto, esta aparición en postemporada no debería considerarse como “el momento de cambio”, puesto que uno no debería de depender de la suerte para tener éxito. Ello, ni es sostenible ni es algo que los fans deban querer.
Para mí, el verdadero momento en que los Bills se consolidaron como un equipo serio y con aspiraciones, no fue con la contratación de “McBeane” ni con la primera aparición en la postemporada en 19 años, sino cuando se otorgó a “McBeane” todo el poder para, de manera autónoma, tomar cualquier decisión deportiva en el mejor interés del desempeño del equipo en la cancha.

UN MAL RECUERDO: RUSS BRANDON
El momento en el que todo cambió fue el 2 de mayo de 2018, fecha en el que Russ Brandon, ex presidente de los Bills, renunció (o, como nos enteraríamos después, fue renunciado) a raíz de escándalos sexuales.
Como ya les habíamos advertido en esta misma tribuna tres años atrás, Russ Brandon o #BrandonFinger era el último bastión de la sequía, el denominador común de la franquicia que, durante casi dos décadas, priorizaba “dar esperanzas” antes que “dar resultados” a los fans.

LA ERA “MCBEANE”
Hoy por hoy, son un equipo bien dirigido, con un norte claro y con un plan serio para llegar a él. Durante el reinado de “McBeane”, hemos visto (i) una transformación total del equipo (solo cuatro —sí, cuatro— jugadores del roster de 2016 jugaron en el 2019: Shaq Lawson, Lorenzo Alexander, Jerry Hughes y Reid Ferguson), (ii) una limpieza en nuestra carga económica (los Bills están en el tercio superior de equipos con mejor cap space en la liga) y, (iii) a un mariscal de campo joven y con un potencial enorme: Josh Allen.
En este sentido, “McBeane” han conseguido las cuatro características de todo equipo que, de manera sostenida, quiere trascender en la liga: tener juventud, talento, una economía sana y un mariscal con proyección. Así, cuando me preguntan “¿en qué momento ocurrió la transformación de los Bills?”, para mí la respuesta es clara: cuando el equipo abrió los ojos y decidió dejar que sean los que saben de deporte los que tomen las decisiones deportivas.
Los que le vamos a este equipo, por primera vez en casi dos décadas, podemos sentirnos bien de estar esperanzados. No es una esperanza de humo, ni una esperanza ciega, como aquellas que nos pedía Brandon. A diferencia de años anteriores, en los que nos daba vergüenza admitirnos a nosotros mismos que teníamos fe en la temporada siguiente, la esperanza en esta temporada 2020 es una expectativa robusta; una que cuenta con el respaldo de un trabajo serio por parte de la dirección del equipo.

Como advertíamos hace tres años, y como vemos ahora, la sequía tuvo cura. Disfrutémosla, Bills fans.