Aaron Rodgers a los Steelers

Decía un personaje de Woody Allen que no podía escuchar demasiado a Wagner porque le entraban las ganas de invadir Polonia. A mí me da sueño. Sólo me he dormido dos veces en la ópera. Una, en mitad de un viaje irrepetible a Italia, casi de doblete, a los pies de la casa de Puccini. La otra, sin excusas, durante el tercer acto de Tannhäuser. Algo tiene el alemán que me causa sopor y modorra en grado superlativo. Quizá sean sus representaciones interminables (camino de las 5 horas si sumamos los obligatorios descansos). Pero no solo.

 

Sin embargo, el tío era un hacha poniéndoles nombre a sus obras. Ya quisiera G.R.R. Martin. El anillo de los nibelungos, El holandés errante, Parsifal, El oro del Rhin o, a lo que vamos, El ocaso de los Dioses de cuyo estreno en Bayreuth se cumplirán en unos meses los 150 años. Épica nórdica, mitología alemana, héroes moribundos, divinidades redimidas y mucha oscuridad al servicio de una obra colosal y poco accesible.

 

Los Dioses también mueren, queremos decir, como los ricos y los sueños adolescentes.

No importa lo alto que uno haya volado. Al final siempre llega el final. Estos días asistimos al aguante de una de las últimas divinidades de la NFL. El jueves pasado día 5 de junio de 2025 firmó por una temporada con los Steelers el QB californiano Aaron Rodgers. Deshojada la margarita de Ayahuasca, decide Rodgers jugar un año más y firma por su única opción realista. La mayoría de insiders, opinotodólogos, furiosos haters y consumidores medios de la liga ya le han sentenciado aun antes de enfundarse la camiseta. El peor escenario para el equipo, dicen unos. Para eso se hubieran quedado con Wilson, lamentan otros. Es viejo, está lento, es un excéntrico y cada vez que abre la boca sube el pan, sentencian los últimos.

 

Pittsburgh viene de un año en el que fue segundo de su división.

Su rendimiento decreció con el paso de las semanas y llegó justito a postemporada. Les hicieron las maletas a las primeras de cambio y les mandaron de vacaciones. Lo de siempre, se quejaban con amargura los fans. Fue la décimo octava temporada seguida a las órdenes de Mike Tomlin, todas ellas con récord positivo. Instalados en la mediocridad, lloran sus detractores. Cierto es que el recorrido en Playoff del equipo durante los últimos años es, más que nefasto, inexistente.

Han construido un equipo muy duro en defensa pero que, a la hora de la verdad, no puede competir con los Ravens, los Bills o los Chiefs y se queda algo corto. Lo que nos lleva al año pasado: la dupla Wilson&Fields entregó una tarjeta de 10-7 con 4 derrotas seguidas. Cinco si sumamos la de Wild Card contra Baltimore 14-28. Parecía claro que el experimento en sí no era defectuoso pero que no valía para llevarles al siguiente nivel. Vamos a analizar los tres posibles escenarios que nos deja el fichaje de un nuevo Quarterback de cara al otoño.

 

Escenarios derivados del paso de Aaron Rodgers a los Steelers

El escenario A, el más atrevido o ilusionante o puede que temerario, nos dejaría con Steelers peleando la división y quizá el Seed 1 y avanzando al menos una ronda en enero, hasta el Divisional. Es cierto que los años pesan pero no es un lugar en el que Rodgers no haya estado antes. Con una línea ofensiva potente y un calendario engañoso todo puede pasar. Se antojan vitales sus enfrentamientos contra la AFC Este y los divisionales ante Bengals y Browns. Nada nuevo. El resultado de este tipo A sería la renovación por un año más.

El escenario B es el inmovilista. El mediocre. El gris. Otro año positivo de Tomlin más pero o no llegas a postemporada o te liquidan a las primeras de cambio. Dejar al equipo donde lo cogió. ¿Qué se pierde? Un año. Nada más. El efecto Rodgers no es suficiente y hay que probar con otra cosa. Tienes a Will Howard fresquito para probar y puedes «draftear» otra cosa el año que viene cuando, en teoría, llegan quarterbacks más potentes. Desde el puesto 15-20 del Draft subir un poco y coger un prospecto sobre el que construir.

Por último, el escenario C es el catastrofista. Un año al garete. Derrota va, derrota viene. Rodgers termina con el récord de Tomlin y el equipo se ve abocado a las últimas plazas de la clasificación. No pasa nada: es lo que hace varios años quieren realmente los fanáticos del acero. Que el producto estalle y escoger muy arriba en el Draft. Empezar de cero. Empaquetar al coach, limpiar los vestuarios y recomenzar. Resultado: ilusión.

 

Me muestro reacio a pensar que Aaron Rodgers sea Gloria Swanson.

Creo con sinceridad que aún es capaz de ofrecer minutos de gloria. Cuando William Holden reconoce en Swanson, al principio de Sunset Boulevard, a la mítica actriz del cine mudo Norma Desmond le dice: “tú eras grande”. A lo que Gloria responde: “Soy grande. Las que se han hecho pequeñas son las películas”. La cinta de Billy Wilder nos muestra como ninguna otra el declive de una gran estrella incapaz de asumir que lo que una vez fue ya nunca más volverá.

Es complicado aceptar el paso del tiempo y hacer las paces con el pasado. Cuando su carrera termine, AR8 será calificado como uno de los 10 mejores QB de la historia. Será inducido al salón de la fama. A la primera. Eso ya lo tiene y nadie podrá arrebatárselo. Pero mientras llegue ese momento que cada día está más próximo le debemos un respeto al deportista cada vez que decide ponerse el casco. Él cree que aún puede aportar. Quiénes somos nosotros, pobres mortales, para disentir.

A Sunset Boulevard se le dio en España el wagneriano título de El crepúsculo de los Dioses. Y tiene cierto sentido pensar que cuanto más alto se ha viajado, más dura la caída. Pero nada pierde Steelers firmando a Rodgers por más que su fin este próximo. No han tenido un QB igual en los últimos 6 o 7 años. Quizá no sea suficiente, esta liga es demoledora, pero merece la pena intentarlo.

 

 

Pablo López | @jucort365

Puedes ver más de Steelers en esta temporada baja: Agencia Libre y Draft.