Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.
(Blade Runner, 1982)
La Súper Bowl también va de Cocodrilos en Tannhaüser
De robots y de hombres.
Se dice que, cuando Rutger Hauer recitó el celebérrimo soliloquio de Roy Batty en la penúltima escena de Blade Runner, hubo un espontáneo aplauso generalizado. Varios miembros del equipo incluso lloraron. Ese pequeño fragmento del libreto había sido problemático desde el principio. Cuando David Peoples sustituyó a Hampton Francher como guionista principal, ya le había metido un buen tijeretazo al texto. Hauer seguía sin estar convencido y, la noche antes de grabar y sin avisar a nadie, ni a Ridley Scott, sacó el bisturí y convirtió un puñado de frases anodinas en una de las mejores muertes de la historia del cine.
Batty, o Hauer, resume en 3 líneas toda una vida y le da al personaje una profundidad inimaginable: doblez, trasfondo y cimientos. En 46 palabras convierte una máquina sin sentimientos en un ser humano. Todo lo que he hecho y nada, no soy nada, piensa Batty. Lo que soy, lo que fui, mis recuerdos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia.
Cry, baby, cry. ¿Lágrimas de cocodrilos en Tannhäuser?
Acaso las lágrimas más famosas de la NFL sean las de Chris Jones. Es, el suyo, un llanto perfecto de pocas lágrimas redondas y vivarachas que surcan su cara helada (es un lloro muy playoff y de sobra es sabido que los Chiefs suelen jugar la postemporada en casa, lo que supone temperaturas muy bajas y de ahí lo del hielo) a un pasito de solidificarse. Los ojos rojos, pero no mucho. Parece un llorar de privilegio, de orgullo y de sobrecarga emocional que se le escapa sin querer, solo porque la taza se ha rebasado.
Tan célebres son, esas lágrimas, que las cámaras, una vez enfocado al cantante de turno y antes de localizar en el cielo los cazabombarderos y los fuegos de artificio y la fanfarria, siempre le buscan a él en la banda. Hay, incluso, una apuesta para el partido de esta noche (escribo varias horas antes del evento) que parece dinero gratis: ¿llorará alguien durante el himno nacional?

Las más famosas, tal vez, pero no las únicas. Le ha salido un duro competidor a Jones en la figura del entrenador de los Eagles. El desconsolado llorar de Nick Sirianni durante la interpretación del himno, en la Super Bowl 57 hace un par de años, fue muy sonado y comentado y pronto convertido en carne de meme que aún hoy sigue vigente. ¿Llorará Nick esta noche?
Ustedes ya sabrán la respuesta cuando lean estas palabras pero me atrevería a jurar que sí. Las lágrimas de Sirianni aquel día no tuvieron nada que ver con las habituales de Chris Jones, eran más profusas y por lo tanto caóticas y desordenadas, como la rabieta de un niño que se ha quedado sin postre, tan abundantes que le obligaban a entrecerrar los ojos, convirtiéndolos apenas en dos ranuras estrechas. Eran, en definitiva, más falsas, de cocodrilo.

Empatía por el diablo.
Como Roy Batty, Chris Jones es la perfecta máquina de matar que se humaniza. Dentro del campo no hace prisioneros pero en la banda es un osito de peluche. A principios de semana, durante el opening day, a la pregunta de qué le gustaría saber si concertara una sesión con una de las pitonisas que abundan en New Orleans, Jones, riéndose un poco y después de reflexionar, dice: me gustaría saber cuánto voy a durar. Luego, una vez entrado en calor, añade: y si voy a llegar soltero a los 50. Nada más natural que el amor y la muerte. Nos sorprende en Jones como nos sorprendía en Batty y eso les hace doblemente humanos.
A Nick Sirianni, sin embargo, nos lo creemos menos, no sé si es por culpa de sus ojos verdes y fríos o por su actitud desmedida y sus decisiones extravagantes pero empatizamos más con un filósofo robot asesino o con un desmembrador tackle defensivo por más que sus acciones sean destructivas. Es, tal vez, el viejo error de cuestionarse: ¿a quién crees más, a mí o a tus propios ojos? Sea como fuere esta es solo otra de las batallas que se dirimirán esa noche, una previa y puede que nimia e inútil pero a muchos espectadores, sobre todo los neutrales, nos sirve para empatizar y coger cariño y sentirte parte y quizá representado y así vivirlo todo más a fondo.
Hoy es día de Super Bowl.
Pablo López | @jucort365