Trey Lance: Su mente y su proceso de recuperación

En el mismo momento en el que vimos que el partido de la semana dos contra Seattle Seahawks era detenido para atender a Trey Lance tras la caída de un compañero sobre su tobillo, se abrió un nuevo episodio en la historia de los San Francisco 49ers.

 

Lamentablemente, el episodio que apenas estábamos empezando a paladear y que nos prometía a empezar a conocer el sino de la franquicia minera bajo el timón de Lance (“Este es el equipo de Trey” había llegado a explicitar el Head Coach Kyle Shanahan durante la pretemporada) se veía interrumpido abruptamente.

Hoy no hablaremos sobre la reacción psicológica del equipo tras aquel suceso, ni sobre como el cambio de QB1 sobre la marcha puede afectar a nivel mental y/o incluso social la realidad del vestuario de un equipo, o sobre si la presencia de Garoppolo en el roster se trató de un acierto del Front Office o un guiño del destino. Todas esas cuestiones seguramente resultarían más que interesantes, pero hoy nos centraremos en Trey Lance, en cómo la “nueva realidad” que le sobrevino en esa jugada puede afectarle psicológicamente a él tanto ahora  mismo como en el proceso hasta que vuelva al full pads, las botas de tacos y saltar al emparrillado.

 

 

Momento de la lesión

A lo largo de mis años ejerciendo como psicólogo deportivo son ya varias las ocasiones en que me ha correspondido realizar asesoramiento a deportistas que tuvieron que enfrentarse a uno de los peores enemigos del deportista, la lesión. A menudo suele pensarse (especialmente en la gente que vive el deporte exclusivamente como espectador a lo largo de su vida) que el peor enemigo de un deportista es la derrota.

Estos años de ejercicio de psicología deportiva me enseñaron desde bien pronto como la derrota al igual que la victoria, si bien quedan registradas en los libros, en las páginas de prensa y en los registros estadísticos de una competición, tienen un carácter tan temporal que considerarlas un estatus permanente no deja de ser un brindis al sol.

No todas las derrotas son igual de relevantes para el deportista evidentemente: Algunas son más amargas, llevan más o menos tiempo de “tragarse el sapo”, o vienen determinadas por un desarrollo con mayor o menor dramatismo hasta el resultado final. Pero la lesión, especialmente las de tipo grave, tienen un componente especialmente relevante. Directamente imposibilitan al atleta, del deporte que sea, el hecho básico de su práctica durante un lapso mayor o menor de tiempo. Es decir, le arrancan de su realidad, le incapacitan para hacer lo que en la mayoría de los casos -y en este extremo se llegan a tocar los extremos del deportista amateur y el super profesionalizado-  más les llena a nivel personal en su día a día, e incluso pueden afectar a la representación que tienen de si mismos, a su autoconcepto, amén de su autoestima.

Ese cambio de realidad, para colmo, ocurre de manera más que explicita. Las rutinas, las compañías, las conversaciones en el día a día, se modifican abruptamente.  Y por todo ello, toma un papel fundamental la interpretación que el propio deportista hace de esa situación, de si la vive con carácter eventual, de si la vive como una prueba para ver “de qué madera esta hecho” (aquí pueden llegar a influir otras variables como las creencias religiosas previas en cada caso) o incluso si el deportista siente una especie de estigma.

He visto con mis propios ojos como algunos deportistas dejaban de sentirse parte del equipo al malinterpretar esta nueva situación con un estigma como profesional, una especie de letra escarlata que los separa del resto, mientras que otros “utilizaban” esa situación como estimulo para ayudar al equipo de otra manera que les fuera posible, incluso para profundizar en su conocimiento del juego para cuando llegara el momento de volver.

Las situaciones son las mismas, o similares, pero las interpretaciones (en las que lógicamente juegan su papel los aprendizajes que hemos tenido a lo largo de nuestra vida) que hacemos de ellas pueden elevarnos o hundirnos, así como hacer que nos centremos en los procesos o en los resultados. Y como en cualquier deporte, y si me apuran en casi cada cualquier faceta de la vida medianamente relevante, el único modo de llegar a acercarse a los resultados no es otro que el de centrarse en los procesos.

 

 

La interpretación del deportista

En el caso particular de Trey Lance, se me antojan como fundamentales el papel de tres fuentes de influencia ya de por si muy relevantes en situaciones así, pero que en la suya particularmente cobran especial protagonismo y que además se retroalimentan entre ellas. La primera ya la hemos hablado en el párrafo anterior, el papel que tome Trey Lance y como él interprete esta situación en el larguísimo proceso de recuperación de la lesión y la toma de un papel activo que haga de esta favorecerá un mejor trabajo de recuperación tanto a nivel físico como psicológico del número 5 de los 49ers.

En la medida en la que tome un papel activo pero ajustado a los diferentes momentos a vivir en su recuperación (por ejemplo sin excesos de motivación que pueden provocar aumentos de estrés o de fatiga, y tratando de evitar altibajos en la exigencia que le estará suponiendo), no tengo dudas que su recuperación puede llegar a ser óptima. A menudo los psicólogos deportivos utilizamos una herramienta muy útil como el establecimiento de objetivos para permitir al deportista experimentar esa progresión, facilitando la adherencia a ese programa de recuperación y mejorando su autoconfianza.

 

 

Apoyo social

Para que esto pueda tener lugar, una variable de tremenda relevancia es el apoyo social que recibe el deportista, especialmente de su entorno inmediato, durante el tiempo que se prolongue el periodo de recuperación. Tengo cero dudas respecto al máximo nivel del equipo profesional (doctores, fisioterapeutas, rehabilitadores/preparadores físicos) que rodearán a Trey Lance durante todo el periodo, pero resultará fundamental la buena coordinación entre todos ellos para evitar que el jugador reciba mensajes contradictorios entre si tanto en términos de plazos como de su estado actual.

También cobran especial relevancia el papel de los compañeros de equipo y del círculo de amistades y familia en todo este proceso. No podemos obviar la juventud extrema de Trey Lance, quien apenas lleva un año como profesional, y en la medida en que todas esas personas favorezcan una correcta interpretación del jugador tanto del proceso como del status real en cada momento, el proceso de recuperación se verá beneficiado.

Respecto al papel de los compañeros de equipo, si bien vivimos en tiempos en que las redes sociales emborronan la realidad, no se hace necesario que el jugador o sus compañeros estén inundando sus stories de Instagram con mensajes para que se estén dando conductas deseables en este sentido. Hemos visto recientemente al propio Trey Lance compartiendo mensajes de ánimo para Emmanuel Moseley tras su lesión de ligamento cruzado anterior, como las vimos de Talanoa Hufanga ante la lesión del propio Lance…  Los seguidores (y aquí me enfundo la zamarra roja) creo que podemos respirar tranquilos ante un vestuario que nunca ha ofrecido muestras más que de buena salud, al menos de momento.

 

 

Gestión de las expectativas

El último punto que me parece fundamental en el caso de la recuperación de Trey Lance es la gestión correcta de las expectativas, tanto en el proceso de recuperación previo a la vuelta (post operatorio y rehabilitación)  como en el inmediatamente previo al retorno, con el deportista ya entrenando bien de manera individual o incorporado al día a día del equipo.

Cualquier persona que haya tenido una intervención de cirugía medianamente importante es conocedor del titánico esfuerzo que puede llegar a suponer volver a recuperar la normalidad tanto a nivel puramente biomecánico como a nivel de destreza en situaciones previamente dominadas y como este proceso puede suponer una fuente de estrés añadido especialmente en los casos de deportistas de primer nivel como es el que nos ocupa.

En estos casos además, no solo van a influir las expectativas del propio deportista sino que también juegan su papel las del propio entorno (coaches, staff, compañeros) generalmente con las mejores intenciones, pero no por ello con la mejor de las ideas. Para ello, resulta clave que el propio jugador sepa ajustar las expectativas no solo en términos de plazos, sino en cuanto a su estado y posibilidades realistas de competir incluso una vez disponga del alta médica. Incluso los aficionados debemos ajustar nuestras expectativas y no esperar que la próxima vez que veamos al número cinco de los 49ers under center pensemos que ya está todo hecho.

 

First look at Trey Lance, 49ers rookies in game day uniforms - NBC Sports Bay Area
Seguro que volvemos a ver esa sonrisa de Trey Lance – nbcsports.com

 

 

Porque ahí seguirá el camino hacia su límite, retomaremos el capítulo donde lo tuvimos que dejar en la semana 2 de esta temporada pero con un Trey Lance que vendrá de una recuperación no solo física sino psicológica de las que pueden elevar o hundir una carrera.

La vida a veces tiene sus propios ritmos y si regamos demasiado una planta deseando ver su flor, podemos acabar ahogándola. Confiemos en el trabajo de los profesionales que rodean y en el propio Trey Lance, mientras paladeamos la temporada actual que es el capítulo que podemos leer los aficionados al rojo y dorado.

 

 

Juan Pedro Nonay, @juampex en twitter, representando a 49ers España

 

Juan Pedro es psicólogo deportivo. Ha trabajado con el equipo nacional de España de football americano y actualmente trabaja con deportistas de alto nivel tanto de la European League of Football como de otras competiciones.

 

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