La Guerra de la Galaxia AFC

En una galaxia muy muy lejana, la nave Heinzerprise cruzó el hiperespacio hasta llegar al punto de encuentro en el desértico satélite de Eyefsy. La inmensa mole de acero pensilvánico aterrizó lentamente levantando una espesa nube de polvo. El autodenominado Gran Benefactor Eterno del Mundo (Big B.E.M., para abreviar) desembarcó por la pasarela con sus pasos robóticos, consecuencia de las numerosas prótesis que conformaban su cuerpo castigado en mil batallas. Al fondo del campamento dispuesto para la cita le esperaba, inconfundible, el emperador galáctico. Rostro impasible, mangas raídas, capucha calada.

En la galaxia AFC, el rostro inconfundible del mal es el de Bill Belichick, el indestructible Emperador Supremo de la Conferencia

El pacto del lado oscuro

—¿No te importará que grabe nuestro encuentro, verdad? —le pregunto a Big BEM—. Me gusta tenerlo todo en video.

—En absoluto —respondió con su voz metálica—. Pero asegúrese de tomar mi lado bueno, el derecho, que es donde llevo las insignias. El otro es muy soso.

—Permíteme decirte —comenzó el emperador— que al principio mostraba un enorme interés ante nuestra reunión. Pero ahora no sé, me encuentro…

—¿Deshinchado? —apuntó su padawan Brady.

—Defraudado, más bien —le corrigió el emperador—. Creía que nos aliaríamos dos escuadras en igualdad de condiciones, pero tus últimas victorias tan apuradas me hacen pensar que en realidad no eres tan poderoso como me hiciste creer al convocar la reunión. No te ofendas, pero no es culpa mía que no domines tu sistema planetario divisional con puño de hierro como llevo yo haciendo con el mío durante eones.

—Por supuesto que me impondré —replicó Big BEM—. Su carencia de fe resulta molesta. Los rivales de mi cuadrante galáctico no podrían inquietarme menos. Me río de ellos. Preocúpese de sus propios problemas. Sin duda cuenta con un potencial ofensivo impresionante, pero su capacidad defensiva deja bastante que desear. Ya le dije que no confiase en el general Patricia. Nunca hay que fiarse de un wookiee.

Gemelos separados al nacer

—¿Osas criticarme? Bien, bien, deja que el odio fluya en tu interior. Me gusta tu estilo, hace que te sienta más cercano a mí. Dejemos entonces de lanzarnos acusaciones si vamos a conformar una alianza —convino el emperador—. Yo aporto mi ataque imparable, y tú vuestro impenetrable escudo defensivo. Éste es el plan, ¿no?

—En efecto, excelencia. Unidos seremos indestructibles. Pero mi propósito va más allá. Dada nuestra insultante superioridad sobre el resto de planetas de la galaxia, mi propuesta es la de no desgastarnos ninguno de los dos en inútiles campañas regionales, y jugarnos el liderato galáctico el uno contra el otro en la 15ª luna, en duelo singular.

 

Mientras tanto, en el otro extremo de la galaxia, los rebeldes se organizaban

—Esto no puede continuar así —anunció alarmado el coronel Flacco, líder de los hombres-cuervo—. Debemos parar al imperio, pero mi pueblo no puede hacerlo solo. Llevamos mucho tiempo en primera línea de fuego. Ya no podemos soportar más bajas. Apenas nos queda munición y nuestra capacidad ofensiva es casi inexistente. Nuestras murallas defensivas se tambalean. No sé cuánto podremos aguantar.

—Tiene razón, hay que hacer algo —señaló el capitán de los saqueadores Del Río—. Tenemos que intentar detenerles.

Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes —le interrumpió Jabba-El-Reid, un longevo caballero jedi de la casta de los Jefes, enemigos acérrimos de los saqueadores.

—Por separado no lograremos nada —prosiguió el Del Río molesto por el comentario de El-Reid—. Si no nos unimos, no habrá futuro para nadie.

Difícil de ver el futuro es —objetó El-Reid.

—Ya me estás cansando con tus frasecitas amenazó el saqueador. La guerra se decide ahora, no debemos guardarnos nada para más adelante. Hay que pelear sin miedo a perder.

El miedo a la pérdida un camino al lado oscuro es —le cortó El-Reid—. El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimient...

—Ya está. Te la has ganado.

El saqueador Del Río se abalanzó sobre Jabba-El-Reid, enzarzándose en una pelea que requirió que los droides de protocolo presentes en la Asamblea tuvieran que separarles.

La rivalidad entre Raiders y Chiefs se remonta a los orígenes del universo

 

Rencillas ancestrales dificultan la unidad entre los insumisos

—Míralos —comentó a su acompañante el representante del sindicato de Titanes—. Pelean entre sí en vez de hacer causa común contra el enemigo. Los Jefes tienen un ejército sobrio y eficaz, mezcla de veteranía en su mariscal y juventud en su infantería. Aunque con cierta debilidad en retaguardia, podrían hacer frente a cualquiera. Por su parte, los saqueadores tienen un estilo guerrero feroz. Abordan su presa con rapidez y decisión para con la misma celeridad replegarse en su cueva, ya que son vulnerables a campo abierto. Juntando sus virtudes podrían liderar una vanguardia con la que asestar un golpe definitivo al imperio, pero prefieren matarse entre ellos. Están locos.

—Sí, pero ¿quién es más loco: el loco, o el loco que sigue al loco? –replicó el embajador del planeta Jaguar.

—¿Ahora pretendes darnos lecciones? Nosotros ya luchábamos contra el imperio mientras vosotros erais una tribu insignificante. Siempre prometíais mucha acción pero al oír los primeros disparos laser os retirabais a vuestra guarida. Ahora os han salido las garras para defenderos de cualquier amenaza, sois los más veloces corriendo y os han crecido los colmillos con los que desarmar a dentelladas a vuestros adversarios. Es evidente que habéis evolucionado, en todos los sentidos, pero la capacidad de hablar no te hace inteligente. Aún debéis demostrar vuestra valentía en el combate final.

—¿Me hablas de valor? ¿Vosotros, que no habéis ganado una contienda relevante desde los tiempos del decrépito caudillo Fisher? Os creéis muy fuertes, porque sois muy grandes y os enorgullecéis de pretender luchar a la antigua usanza; pero os confiáis en exceso cuando os sentís victoriosos. Vuestro frontal ofensivo no es tan compacto, ni vuestro ataque terrestre avanza en el campo de batalla tanto como os gustaría. Vivís de la astucia de vuestro joven general Mariota para remontar combates que parecen perdidos, y de las emboscadas de vuestra certera escuadrilla secundaria.

—¡Basta ya! —gritó el senador Bill a lomos de su bantha, un pesado animal más grande que un búfalo—. No os convoqué a este refugio secreto para discutir entre nosotros. Debemos aparcar nuestras diferencias si queremos sobrevivir. Todos hemos sufrido la opresión del Emperador Galáctico, y en especial, mi planeta de procedencia. Desde su ascenso al poder hemos intentado de todo para derrocarle. Correr más que nadie, asestar escaramuzas para debilitarle en infructuosas operaciones de sabotaje, defender nuestras posiciones con uñas y dientes… pero nada ha funcionado. Aún así, seguimos dando guerra cuando muchos nos daban por muertos antes incluso del combate.

—Mis espías confirman que el Emperador Galáctico y el “Big BEM” están maquinando conjuntamente nuestra aniquilación —continuó el senador—. Los aquí reunidos somos la última esperanza de la galaxia para poner fin a la tiranía del imperio. Debemos unir nuestras fuerzas si queremos que la rebelión tenga éxito. Solamente si somos generosos con nuestro sacrificio en aras de un fin superior conseguiremos que…

El senador miró a su alrededor y comprobó decepcionado que nadie le escuchaba. Los llamados a ser paladines de la insurrección no cesaban de discutir entre ellos, preocupados únicamente por sus propios intereses, sin ser capaces de concebir la terrible amenaza que se cernía sobre sus pueblos.

 

De vuelta al satélite Eyefsy

—¿Qué responde a mi propuesta, emperador?

—No sé, tengo que pensar si me conviene tu oferta. Lo que me planteas es que haga lo que he hecho siempre: combatir con el menor desgaste posible, escondiendo mi mejor estrategia. Reservándola para las batallas definitivas. Tengo la impresión que tú ganarás más con este pacto que yo. Las heridas te pasan factura y necesitas esta tregua para llegar al final. No me parece que ahora la fuerza sea intensa en ti.

—Es posible que mi poder esté más debilitado que antaño, pero mientras tenga a mis órdenes a los comandantes Le’Veon Bell y Antonio Brown seguiré siendo peligroso. Además, mi joven legión defensiva por fin ha recuperado la autoridad que imponían sus predecesores y aterrorizaba toda la galaxia, de uno al otro confín. En cambio —prosiguió Big BEM—, sus fuerzas están comandadas por un mariscal veterano que además, ha perdido a su edecán, quien desertó a la bahía dorada en busca de fortuna. Las numerosas bajas en todos los cuerpos de su ejército han mermado su capacidad ofensiva y defensiva. Los mercenarios que contrató como relevo no están resultando como usted esperaba. No creo que esté en condiciones de negociar un trato mejor.

—¡Ja, ja, ja! —rió sarcástico el Emperador Galáctico con su voz tenebrosa—. ¿Eso es lo que crees? Me subestimas, ingenuo Big BEM. ¿Acaso pensabas que no tenía previstas todas las contingencias?

A un gesto del emperador, aparecieron de pronto unos soldados imperiales, clones de Edelman (Amendola, Cobb, Dorsett…). Por el ala opuesta surgieron más guerreros, copias esta vez de Hightower (Van Noy, Roberts…) Por detrás, otro oficial, clon de Gronkowski (Bennett).

—Mientras todos os hacíais ilusiones con arrebatarme el trono, yo me dediqué a reclutar un ejército de clones de mis mejores soldados —sentenció triunfal el emperador—. Llevo planeando mi victoria hace tiempo, y tú, infeliz, has caído en mi engaño. ¡Apresadle!

¡Es una trampa! —gritó Big BEM al verse rodeado.


Epílogo

La supremacía de la galaxia AFC se la disputan el malévolo dictador Big BEM y el pérfido Emperador Galáctico, imparables dado su incontestable poderío militar. ¿Será capaz el lado oscuro de conformar una alianza con la que subyugar al resto del cosmos? ¿Terminarán imponiendo, como casi siempre, las huestes patrióticas del emperador su contundente hegemonía, o por el contrario tendrán las tropas de la Federación del Acero la fuerza suficiente para derrocarle?

Por su parte, entre la oposición revolucionaria no parece vislumbrarse un líder claro, y todo son dudas, temores y división. ¿Lograrán unirse los cabecillas rebeldes, o perecerán riñendo en estériles refriegas particulares? ¿Surgirá de entre ellos algún héroe victorioso que libere al universo del yugo del lado oscuro? ¿Está ya escrito el destino de la galaxia o existe algún atisbo de esperanza para el mundo libre?

No se pierdan el próximo Capítulo II de esta emocionante saga estelar.

Un comentario sobre “La Guerra de la Galaxia AFC

  1. Bueno, la verdad que la guerra de las galaxias me aburre pero la crónica ha estado buena y creo que muy apegada a la realidad…esperemos y no se cumpla.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *