Burrow grande, ande o no ande

El pasado domingo, los Bengals devolvieron la titularidad a Dalton y consiguieron su primera victoria de la temporada. Puestas ambas sentencias en la misma frase, parece que una fuese consecuencia de la otra, pero no es así. No dudamos que la vuelta del “rifle rojo” generase en sus camaradas la necesaria confianza en la victoria para alcanzarla. Sin embargo, su actuación no difirió demasiado de las 8 anteriores saldadas con derrota. El triunfo debemos atribuirlo a la clara mejoría experimentada en defensa y línea ofensiva, al esfuerzo de los receptores y al talento de los equipos especiales, sumado por supuesto a que los Jets no tuvieron su mejor tarde. Por tanto, que los fuegos artificiales del éxito no deslumbren la visión de futuro. El porvenir de Bengals no pasa por Dalton, sino por Joe Burrow, el QB de LSU.

 

El quarterback de LSU Joe Burrow apunta a ser el primer quarterback escogido en el draft de 2020 (foto de Bill Feig / Associated Press)

 

La nefasta temporada 2019 de los bengalíes ha puesto de manifiesto la incapacidad de Dalton para guiar este equipo a altas metas. Es un quarterback aseado, un game-manager de manual, capaz de sacar adelante las victorias rodeado de un buen entorno, pero limitado a la hora de tener que ser él el factor determinante para conseguirlas. En la NFL actual, donde resulta tan complicado disponer de talento superlativo en todas las líneas, el quarterback debe poder aportar algo más que la simple dirección de jugadas. Dalton no es ese quarterback.

 

Tampoco lo es el suplente Finley, como demostró las tres jornadas donde le otorgaron la titularidad. Si bien fue enviado maniatado al cadalso, tras una línea ofensiva de pacotilla y una defensa porosa, con escasas sino nulas posibilidades de éxito, no es menos cierto que mostró insuficiente presencia en el pocket, errores de interpretación y defectuosos lanzamientos. Su carrera en la NFL parece destinada a la suplencia en el mejor de los casos.

 

 

El Burrow delante para que no se espante

Con este panorama, una cosa podemos tener cierta: el primer pick de los Cincinnati Bengals en el draft 2020 irá destinado a un quarterback. En el epígrafe anterior relataba las razones deportivas que mueven a esta decisión. Pero como todos sabemos, la NFL se mueve por algo más que las 120 yardas del emparrillado. Esto es un negocio, y como tal, necesitas un buen producto que vender.

 

La decepcionante trayectoria bengalí 2019 lleva a pensar que obtendrá la primera selección colegial del próximo draft. Se podrá discutir, en términos de calidad o necesidad, si esta elección de privilegio debería ir destinada al mejor pass-rusher de la promoción, como Young, o hacia un quarterback. No obstante, en términos mercantiles, la publicidad generada por un QB, así como las ventas de merchandising, genera unos beneficios netamente superiores.

 

Por otro lado, debemos considerar la venta de abonos al estadio. Una vez diluido cual azucarillo el entusiasmo generado por la llegada del nuevo coach Taylor tras la descorazonadora campaña de 1-11, la directiva de la franquicia necesita un estímulo que anime a los aficionados a volver al Paul Brown Stadium. A todos nos levanta de nuestros asientos la visión de un buen sack; pero sin duda, la emoción de un touchdown la supera con creces. No hay mayor atractivo que la esperanza en un mariscal que nos conduzca a la victoria.

 

En este sentido, la ventaja de Burrow es doble. No solamente es el jugador de moda en el college actual, sino que el hecho de haberse criado en el estado de Ohio supone un vínculo emocional con la afición. Por esta razón, su candidatura se encuentra varios pasos por delante de la de Herbert, probablemente su máximo rival, una vez que la desafortunada lesión de Tagovailoa le ha apartado de la carrera por el número uno.

 

La decisión de Cincinnati de seleccionar en el draft de 1999 al QB Akili Smith, desdeñando la suculenta oferta de Mike Ditka de múltiples picks para escoger a Ricky Wlliams, se cuenta como una de las peores decisiones en la historia de la franquicia. Desde entonces se siente mucho recelo a la hora de draftear un quarterback… y más si es otro “oregon duck” como Herbert (foto Getty Images).

 

La carne de Burrow no es transparente

Dejante aparte lo anterior, Burrow no es simplemente un producto mediático. Aunque nacido en Iowa, creció en Athens, Ohio. Como su “paisano” ateniense, atesora las apolíneas cualidades de templanza, equilibrio y elegancia del dios Apolo, patrón de la belleza, la perfección y el tiro con arco. Su serenidad en el pocket, precisión en el pase intermedio y fiabilidad en el profundo, conjugadas con su valor para ganar tiempo en la bolsa de protección, pasar en movimiento, o ganar yardas corriendo, le convierten en pieza fundamental para el proyecto de Taylor.

 

No debería costarle mucho la transición de “tiger” de LSU a “bengal” de Cincinnati. Su estilo de juego encajaría perfectamente en la ofensiva West Coast Offense proyectada por nuestros jóvenes entrenadores. Probablemente no tenga el brazo más potente de la promoción, ni su cuerpo sea el más atlético, pero no son estas las principales cualidades que busca la franquicia en su nuevo mesías. Quizá genere más inquietud el hecho de sólo tener un buen año en su curriculum colegial. En este aspecto, podría compensar la balanza el provenir de una familia ligada al football, donde la exigencia al máximo nivel no le es extraña.

 

Arranque de caballo, parada de Burrow

En cualquier caso, si se sospechase que Burrow no estuviera todavía capacitado para dirigir un equipo NFL, el club siempre podría recurrir a mantener a Dalton como mentor, y QB titular, mientras adquiriese las cualidades oportunas. Es una situación que ya ocurrió no hace demasiado tiempo con Kitna y Palmer. Personalmente no lo comparto, pero siempre es una opción. En todo caso, no ver a Burrow de titular desde el primer día supondría un chasco para los seguidores bengalíes.

 

La única ilusión para afición bengalí en tan negativa temporada es que nos permita conseguir a Joe Burrow en el draft (foto de Michael Hickey para Getty Images)

 

Debemos considerar que nuestra afición está tan acostumbrada al fracaso que cualquier atisbo de mejora nos embriaga en exceso. Podríamos afirmar, si se me permite la ordinariez, que ver sus highlights nos “pone burros”. Pero depositar demasiadas expectativas en un novato podría generar un escenario de excesiva presión en caso de no alcanzarlas. Todo proceso requiere su tiempo, y ni siquiera el aterrizaje del mejor quarterback disponible puede acelerar los plazos. Que nadie espere un giro radical en el equipo desde el primer momento. Sobre todo, teniendo en cuenta que la franquicia tiene muchas lagunas que rellenar, como muestra el desolador balance actual.

 

Y vuelta el Burrow al trigo

Si la directiva piensa que simplemente draftear a Burrow es la solución de nuestros problemas, estaremos abocados a repetirlos. De poco servirá su llegada si no se le rodea de piezas que le permitan tener una mínima posibilidad de éxito. Comenzando por lo fundamental, su protección personal, reforzando la deficiente línea ofensiva; pero continuando fortaleciendo una defensa de las peores del campeonato, para no tener que depender en exceso de su talento.

 

Únicamente vía draft no será suficiente. El propietario deberá romper su austera política de fichajes en la agencia libre e invertir con fuerza. Con sentido común y sin excesos, por supuesto, pero sin permanecer nuevamente como impávidos espectadores. Y apoyar esta política con traspasos de jugadores que puedan resultar interesantes a otros clubes y que, por la razón que fuese (edad, sustitutos en la plantilla, etc.), no vayan a formar parte del proyecto de Taylor. Es hora de que la directiva de Bengals por fin caiga del burro y se dé cuenta que debe tomar estas medidas.

 

En definitiva, como titulaba el artículo, los Bengals están ante una irrenunciable oportunidad histórica de conseguir algo grande con Burrow. No draftearle sería cometer una burrada monumental. Porque independientemente de que el quarterback funcione deportivamente o no, su adquisición resulta obligada por el resto de razones expuestas. Como “producto” comercial y atrayente para el aficionado tiene el éxito asegurado. Y a nivel personal, me permitirá, simplemente poniendo un parche sobre el nombre, reutilizar mi antigua camiseta con el #9 de Carson Palmer.

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