La esperanza se llama Burrow

Al ser humano lo mueve la pasión. Sentimientos como el amor, la rivalidad, el ansia por destacar, o simplemente por sobrevivir. En nuestro deporte favorito no es diferente. Lo sabemos bien quienes seguimos a equipos tradicionalmente abonados a la decepción. La devoción por unos colores obnubila la razón y nos dejamos guiar por instintos más básicos. La confianza en que algún día saldremos victoriosos, la fe ciega en el fin de nuestras penurias. Decía el filósofo danés Kierkegaard que “la esperanza, como compañera de la fe, es la pasión por aquello que es posible”. La comunidad bengalí está convencida de que esta vez sí es posible salir del pozo. Nuestra esperanza se llama Burrow.

Quizá sea cierto aquello de que cuanto más negra es la noche, más brillan las estrellas. Nuestro lucero empezó a refulgir en el pasado draft, tras una calamitosa temporada 2019. La elección de Burrow respondía a nuestros anhelos. El chico de oro llenaba con su resplandor el doliente corazón de los afligidos seguidores atigrados. La luz al final del túnel. El astro que iluminaría nuestro camino envuelto en oscuridad. Sus destellos no se hicieron esperar.

Consciente de su papel como líder, encabezó la reivindicación del equipo por una justicia social más igualitaria en las protestas del “black lives matter”. Desde el primer momento, estuvo concienciando a sus seguidores por redes sociales sobre la necesidad del uso de las mascarillas faciales para evitar contagios por Covid-19. En las sesiones virtuales de preparación antes del training-camp, acosaba a preguntas a los entrenadores. Maduro y responsable, ardía en deseos de competir, a la vez que se ganaba el respeto de compañeros y aficionados.

 

Consciente de su trascendencia mediática, Burrow ha abanderado campañas para que la ciudadanía tome medidas de precaución ante la Covid-19

 

 

La esperanza puesta en él no era infundada

El político checo Václav Havel diferenciaba entre esperanza y optimismo. “No es la convicción de que algo saldrá bien, sino la certeza de que algo tiene sentido, independientemente de cómo resulte”. El plan de Bengals estaba claro: dar los mandos al más talentoso quarterback que ha pisado Cincinnati en las últimas décadas, y alrededor de él construir un equipo ganador, en la esperanza de que fichajes y adquisiciones del draft resulten afortunadas.

Sin embargo, debíamos ser conscientes de que la senda al triunfo es tortuosa. Dos grandes nubarrones amenazaban nublar nuestro sol. Una defensa en construcción, donde la mitad de su alineación eran caras nuevas, y una línea ofensiva sospechosa, sin apenas refuerzos respecto a la deficiente unidad de 2019. El primer partido despejó las dudas. A la defensa le iba costar tiempo acoplarse, y la línea ofensiva era aún peor de lo que temíamos.

No obstante, el debut de Burrow no pudo ser más ilusionante. Sin cuajar un gran partido, cometiendo fallos de novato y sufriendo turnovers evitables, fue capaz de poner al equipo en disposición de ganar. Y hubiera podido hacerlo, de no ser por una discutible interferencia ofensiva de pase, y un fácil field-goal fallado por el kicker.

 

Desde su debut, el juego de Burrow ha mejorado progresivamente, hasta alcanzar cifras de record en su enfrentamiento contra Browns.

 

 

Burrow es todo lo que un equipo espera de su quarterback

Un líder debe echarse el equipo a la espalda. Eso ha estado haciendo Burrow desde el primer momento. Ante un juego de carrera inexistente, tomó la responsabilidad de mover la ofensiva con una media de más de 40 pases por partido. Y esto, frente a una incompetente línea ofensiva, que lleva camino de encajar sacks en cifras de record. Pese a las adversidades, Burrow es el QB con más pases completados de toda la NFL (221), con un impresionante porcentaje del 67%.

Pero el joven capitán bengalí no es un simple pocket-passer. Su movilidad le cataloga dentro de la especie de quarterbacks modernos que, sin ser específicamente “doble amenaza”, no puedes descuidar su vigilancia por si echa a correr. Es admirable su capacidad para prolongar jugadas, moviéndose cual escapista por el campo sin perder de vista a sus compañeros para realizar un pase milagroso. Además, hay que tener en cuenta las jugadas diseñadas para que corra, ya sea ordenadas desde la banda, o improvisadas viendo la disposición defensiva. Hasta la semana pasada, Burrow era el 2º máximo corredor del equipo, y está empatado con Mixon en touchdowns de carrera (3).

Decía Aristóteles que “la esperanza es soñar despierto”. Desde el primer día que Burrow apareció con la camiseta atigrada, los aficionados del equipo no hemos hecho otra cosa que imaginar el brillante porvenir que se nos augura con tan talentoso quarterback. No olvidemos que las cifras expuestas arriba son números de un rookie. Además, tras una atípica pretemporada, sin partidos de preparación y entrenamientos restringidos. ¡Qué nos deparará el futuro en cuanto adquiera la necesaria experiencia!

 

La mentalidad competitiva y ganadora de Burrow le lleva a no rendirse nunca, y exponerse a abandonar la protección del pocket si con eso consigue generar puntos para el equipo (foto: www.nationalfootballpost.com)

 

 

La curva de aprendizaje de Burrow sigue en ascenso

En estos tiempos donde desgraciadamente tan necesarios son los mensajes para “doblegar la curva”, la del aprendizaje de Burrow aún no ha alcanzado el máximo. Su condición de novato le lleva a cometer errores, que deberá ir corrigiendo para avanzar en su progresión.

«La esperanza es el peor de los males, porque prolonga las torturas de los hombres», apuntaba el filósofo Nietzsche. La ansiedad por querer verle ya como un QB cuajado en la liga nos lleva en ocasiones a olvidar que aún es un aprendiz, y criticar sus faltas con excesiva dureza. Es tal su afán de no dar por perdida ninguna jugada, que en ocasiones retiene demasiado el oval en sus manos, lo que propicia que termine llegándole la presión. El temor a una lesión ante tan temeraria actitud genera lógica inquietud entre sus incondicionales.

Si bien ha demostrado una certera precisión en pases en corto, aún debe aprobar la asignatura pendiente del lanzamiento profundo. Cincinnati está a la cola de la competición en jugadas de más de 20 yardas. Nunca se le ha definido como un cañonero, como a su compañero de promoción Herbert, pero la exigencia del football profesional requiere ser productivo también en esta faceta.

Por otra parte, la deficiente composición de la línea ofensiva debería agudizarle el ingenio para minimizar golpes. Está recibiendo un castigo excesivo, y si bien, como miembro de una familia de linebackers, nunca ha rehuido el contacto, es necesario que aprenda a protegerse mejor. Más situaciones en shot-gun para alejarse de la línea, pasar más rápido, cantar jugadas de rollout para aprovechar su habilidad de lanzar en movimiento… Todo esto, claro está, con la complicidad de un cuerpo técnico que, en ocasiones, parece sobrepasado por la calidad del joven QB.

 

En apenas 8 partidos, Burrow ya ha inscrito su nombre en el libro de records de la NFL.

 

 

Mientras hay vida, hay esperanza

Peor que el miedo a lo desconocido es el temor de perder lo que tanto ha costado conseguir. Cada snap pone el corazón en un puño a los aficionados bengalíes. Ansiosos por ver su magia, aterrorizados de que sea su último pase. Saltamos de emoción, respiramos de alivio. Así es nuestra vida, una vida siempre al borde del infarto, pero cada vez más cerca de una anhelada gloria, no tan lejana como algunos quieren ver. De las 5 derrotas de Bengals, sólo la sufrida en Baltimore fue por más de una anotación.

Cuando se ha perdido todo, la esperanza es lo último que nos queda, afirma el dicho popular. Tras muchos años de pasar fatigas, por fin Cincinnati tiene una base sólida sobre la que ilusionarse. El pronóstico del tiempo predice días luminosos en la Queen City del sur de Ohio. Dicen que la esperanza tiene color verde, pero para los aficionados bengalíes, viene de color naranja y negro, con el número 9 en el pecho.

 

Burrow guía el camino a seguir por Bengals (foto: www.puntsports.com)

 

 

Antonio Magón

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